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Mensaje por Makoto Vie Abr 15, 2011 7:25 pm

He vivido 11 años en amargura interior, huyendo de mi pasado y de mi dolor, fingiendo calma en cada discusión. Combatiendo con calma, al menos tratando, pero cuando pierdo el control es como si todo la ira de perder a mi familia saliera como una bomba capaz de destruir toda Khamar.
Ah Khamar, la ciudad donde crecí, donde vi como mis padres levantaban una familia y hacían de mí y de mis hermanos personas de bien. Mis hermanos y yo fuimos diferentes, yo decidí ser un policía mientras ellos…bueno eligieron sus propios destinos. Khamar, la ciudad que nunca descansa, ahora ya no podría llamarla mi hogar.
Estoy en mi antiguo departamento, en lo que queda de él, pues ahora ya es prácticamente una pared que da a los callejones, después de 11 años de la tragedia que mato a mi familia, mis antiguos compañeros de la fuerza no han resuelto este horrible crimen, la “puerta” sigue tapada y llena de cordones amarillos, el barrio que solía estar lleno de vida, ahora lo llaman de nombres horribles. Trasmute el plástico de los cordones en cinta adhesiva plástica y deje a mis antiguos compañeros amarrados en el cuarto que solía ser la sala, ahora un pequeño fragmento de pared que los oculta de la calle.
Hace años encontré al maldito brujo que mato a Alicia, pero no dijo saber nada de Victoria, incluso cuando le dañe el brazo con mi espada. Se gano que le atravesara el corazón y partiera su cuerpo en dos.

Acaricio la pared lentamente, aun siento el calor de aquella noche, cuando todo el lugar humeaba, hace 11 años. Si mi hermosa niña todavía viviera, tendría 16 años. Ya habría tenido su primer novio, yo, celoso lo habría corrido del departamento los primeros días y mi esposa, Alicia, seguramente me regañaría sobre mi actitud sobreprotectora. Pasarían los días y yo me disculparía con Victoria, mi hija, le diría que está bien que tenga novio, pero que se cuide, los hombres somos unos malditos a veces. Aunque pienso que viviríamos en un mejor lugar que este.
Golpeo la pared con fuerza. Sostengo mi brazo derecho y abriendo la palma la cambio a como solía ser antes, llena del color del papel tapiz y con un dibujo que Alicia hizo hace años pero la pared estaba demasiado dañada, no pude recuperar todo el color, así que solo se formaron rayas sin forma.
Escucho el rechinar del piso de madera quemada, el poco que queda, y un arma cargándose. Al voltear, veo a un policía novato, su placa dice Anteros.

-¿Qué haces aquí?-me dice con voz temblorosa, su arma se podría caer en cualquier momento con esas manos gelatinosas que tiene.
-Vine a visitar-le digo sonriendo, sin dejar de acariciar la pared.
-Este lugar está cerrado desde la tragedia, pronto lo terminaran de derrumbar. Sabes que voy a disparar.
-Pruébame…

Anteros dispara, la bala golpea en mi hombro derecho, al sentir la primera punzada en mi piel, cambio el plomo duro de la bala en aluminio, ahora más ligero, pierde su forma al tocar mi piel. El policía no controla sus nervios y comienza a disparar sin pensar. Repito la misma técnica varias veces, hasta que mi armadura y mi piel no resisten mas, pues aunque fuera aluminio, el dolor inicial es enorme.

Me inclino hacia el suelo, toco ligeramente la madera, abro la palma para trasmutar la tabla ubicada exactamente bajo el pie de Anteros. La tabla se vuelve curva y pequeña hasta formar un palo largo que, al estar bajo el pie del policía, lo hace tropezar.
Aprovecho su distracción para tomar de mi ropa el diamante y una esfera de acero, cada uno en una mano diferente. Aplaudo con los dos objetos de cada lado, rápidamente se crea la forma de mi espada, que corta el cañón del arma de fuego.

-Deberían de darles mejores armas-le digo al regresar a su estado normal mis dos objetos.
-No necesito armas cuando tengo algo que tu no…refuerzos- Anteros sonríe, por primera vez veo valentía en sus ojos y no nerviosismo, me da algo de orgullo

Escucho las sirenas aproximarse al callejón desde el cielo, los vehículos aéreos son propiedad de policías más avanzados que Anteros, por lo que seguramente tendrán la precaución de usar sus armas de energía y no los revólveres como mi amigo aquí presente.
Toco las partes de mi armadura y ropa dañadas y las trasmuto a su estado normal, o al menos al más cercano, no me preocupo por mi piel, el ardor se irá con el tiempo. Salto hacia la escalera de emergencia del callejón, subo varios pisos hasta que la primera patrulla me encuentra. Salto hacia su techo.

-¡Estas bajo arresto!-escucho una voz desconocida por el alta voz de la sirena.
-Me encantaría, pero tengo asuntos, tu sabes-sonrió sin mirar al conductor de la patrulla y toco el techo de la misma-Discúlpame-mis ojos brillan de color azul y sostengo mi brazo derecho.

El metal de la patrulla se hace más maleable y mi peso comienza a vencerlo. Haciendo el mismo truco de hace unos minutos, el acero se transforma en aluminio a mi toque. Comenzamos a caer aumentando la velocidad cada segundo, pues la tecnología de vuelo no es resistida por un metal tan débil. Cerca de una cornisa, arranco el metal débil del techo y sostengo al policía abordo, el motor del vehículo comienza a destruir su estructura, pues el aluminio no puede sostener la pesada maquinaria. Sostengo parte del motor y los transformo en una lanza.
Con la punta del arma atravieso la ropa del policía y lo arrojo, haciendo que quede clavado por su camisa a la pared del edificio. Sus ojos me miran con ira mientras yo sigo cayendo. Unos metros bajo el representante del orden, me arrojo a la pared y me sostengo a duras penas de la escalera, subo al balcón, hasta que veo una ventana, toco el cristal y lo cambio a su forma original de arena y entro al pasillo de unos departamentos. Me suelto mi armadura y me coloco una “mascara” de androide, transmutando el acero. Corro a una esquina del pasillo y me quedo ahí, inerte.
Dos policías pasan a mi lado, como si no existiera. Cuando desaparecen corro hacia el elevador y a la planta baja. Pronto recordaran que los androides no son comunes en esta parte de Khamar, pero con la seguridad que hay por aquí, seguramente esos dos policías ni siquiera saben lo que acaba de ocurrir.

Mi nuevo destino es la estación de ferrocarril. Esta pequeña visita a mi pasado me salió demasiado cara.

Corro por el callejón, con mi “mascara” de androide todavía puesta, lo que causa la extrañeza de varias personas. A la primera oportunidad me la quito y aprovecho para cambiar mi ropa a lo que aparenta ser una capa larga, que en realidad está hecha de hilos de metal de mi vestimenta, lo que la hace sumamente pesada, pero suficiente para protegerme el rostro y ruego por que la lluvia de hoy llegue pronto, así no será raro ver a alguien con capa y capucha.
Makoto
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